Hace unas semanas, en una reunión de la Comisión de Familias, las educadoras nos acordamos de que por estas fechas, si nuestra vida hubiera seguido su curso normal y no hubiera venido el coronavirus a situarnos ante una realidad absolutamente desconocida, pues estaríamos gratamente disfrutando de las actividades estrella del curso: el “Furor” y la Exposición. En el Furor disfrutamos de una propuesta cultural y con la que perseguimos reírnos y en la Exposición, exhibimos las manualidades que hemos elaborado a partir del aprendizaje compartido de diferentes técnicas manuales.
Estaríamos disfrutando todas, las madres (y de manera testimonial algún padre) y las educadoras de las entidades que durante el curso compartimos formaciones, actividades proyectos, ideas, ilusiones y también dificultades. Y hablo de nosotras, en femenino plural porque somos las que una vez más participamos en estas actividades para hacer nuestros aquellos espacios que nos permitan reírnos, jugar, disfrutar de una merienda juntas, de mostrar nuestras habilidades en la exposición, de sabernos grupo más allá del que pertenecemos en nuestra entidad…
Y nos acordábamos de ellas, de estas mujeres a las que ponemos cara y nombre y de las que conocemos su situación porque estamos en contacto prácticamente diario, pero también de otras muchas a las que nos toca, una vez más, estar al frente de todas las crisis cuando sabemos que no se comportan con las mujeres de la misma manera y nos dejan en una situación mucho más vulnerable. También nos preguntábamos cómo estaban pasando esta crisis, cómo les estaba afectando, de manera distinta por cuestión de género, qué más tareas se han incorporado a su ya extenso quehacer diario…
Hace unas semanas el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades publicó un documento titulado “La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la COVID-19” en el que deja patente que esta crisis afecta de manera diferente a mujeres y hombres por los siguientes motivos: “sobrecarga del trabajo sanitario y de servicios esenciales” las mujeres representa el 70% del personal sanitario en todo el mundo y son mayoría en sectores como el comercio, limpieza hospitalaria y de residencias…, “centralidad de las tareas de cuidados”, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo doméstico y cuidado de personas dependientes aumentado ahora con el cuidado de los y las menores por el cierre de los centros escolares, “las mujeres sufren mayor precariedad y pobreza laboral”, especialmente entre mujeres jóvenes, mujeres con baja cualificación y mujeres migrantes y “aumento del riesgo de violencia de género”, derivado de la situación de confinamiento. Este panorama ante la situación de vulnerabilidad previa que venían sufriendo muchas de las mujeres con las que trabajamos en los barrios de Vallecas hace que sea abrumador.
Y nos acordábamos de cómo lo estará viviendo Margarita, y todas las “Margaritas” que forman parte del grupo de las familias monomarentales que en España representan el 83% de las familias a cargo de un sólo progenitor/a, que afortunadamente ha conseguido mantener su trabajo en una residencia pero dejando en casa a sus hijos de 8 y 10 años por mantener la única fuente de ingresos familiar. En otras circunstancias Margarita, gracias a sus redes de apoyo natural, conseguía solventar la situación si uno de los niños se ponía malo, pero la situación de confinamiento y aislamiento ha visto interrumpidas todos estos apoyos.
También pensábamos en Eva, y de muchas Evas, que malvivía con su agresor y padre de sus 3 hijos, del que no podía (por una cuestión económica) ni sabía (por una cuestión emocional) separarse y con el que llevaba conviviendo de manera ininterrumpida los últimos 70 días.
De una u otra manera todas nos sentábamos como Martina, trabajadora social de una entidad que, aun habiendo podido conciliar vida laboral y familiar, con un recorrido profesional que le ha ayudado a acompañar a otras mujeres y familias en sus crisis y en sus procesos de cambio, se siente sobrecargada por cómo se han ampliado sus funciones. Ahora ya no sólo es trabajadora social, ahora también ejerce funciones de doctora con sus padres octogenarios que no entienden cómo si sobrevivieron a una guerra civil van a terminar sus días confinados, de psicóloga con su equipo de compañeros y compañeras intentando mantener el ánimo alto, de cocinera/repostera implicando a sus hijos para que se sientan parte de este proceso y para tenerles entretenidos todo lo posible
Estas como otras muchas situaciones no dejan de ser un ejemplo de los factores que inciden en las mujeres y en cómo están viviendo esta crisis que además de sanitaria, social y económica está incidiendo de manera directa sobre los cuidados. Como sociedad tendremos que pararnos a pensar en todos esos trabajos invisibilizados, en cómo y por qué separamos por roles mal distribuimos funciones que tienen que ser abordados por todos y todas y analizar la sobrecarga a la que están sujetas las mujeres y que recae sobre los cuidados de la familia y de la sociedad en su conjunto.
Margarita, Eva, Martina nos reencontraremos pronto, viéndonos cara a cara, aunque sea con una mascarilla de por medio y seguiremos trabajando, como lo hemos hecho hasta ahora y acompañándonos en esta difícil tarea que tenemos por delante. Hasta pronto!!