Este mes, se ha cumplido un año desde que cambió nuestra vida, tanto la personal como la profesional, un año desde que se declaró el estado de alarma y entramos en una pandemia de una enfermedad, hasta entonces desconocida.

La pandemia ha trastocado lo cotidiano y aunque algunos cambios son muy visibles, existen otros que no se aprecian tan fácilmente pero que también nos están afectando. Se ha producido una crisis sanitaria, económica y social y el impacto que nos ha generado y sigue generando a la población es enorme.

Desde la red que forman las entidades de Coordinadora, hemos intentado, desde el principio, paliar las consecuencias que están afectando a la infancia, juventud y familias con las que intervenimos. Hemos aprendido a vivir y trabajar de otra manera, adaptándonos a las nuevas necesidades, a tomar decisiones que nos permitieran continuar para seguir atendiendo a la población que ha sufrido las peores consecuencias de esta crisis.

Cuando se declaró el estado de alarma nunca pensamos que podíamos vivir una realidad así. Se puso a prueba nuestra capacidad de reacción y no frenamos, sólo aminoramos la marcha para pensar y poner el foco en ver cuáles eran las prioridades en esta nueva situación. Y la prioridad estaba clara: cubrir las necesidades básicas de las familias con mayores dificultades con las que intervenimos desde las entidades de la red.  Alimentación, higiene, productos de primera necesidad, conectividad y dispositivos para que los niños, niñas y jóvenes pudieran seguir sus clases online…

A partir de ahí, no paramos de trabajar, no paramos de innovar, no paramos nuestra intervención…, cambiamos nuestra metodología y nos lanzamos al mundo virtual. Los educadores y educadoras de las entidades teníamos claro que había que seguir persiguiendo los objetivos socioeducativos que, desde nuestro trabajo, nos planteamos.  Porque, aunque se han generado multitud de dificultades que debido a esta crisis han emergido sin haber estado contempladas en los proyectos, no debíamos perder de vista el objetivo principal que teníamos planteado y debíamos trabajarlo, aunque fuera con más obstáculos añadidos.

Durante los meses de confinamiento, seguimos con las sesiones de refuerzo educativo, de ocio, de acompañamiento a las familias, reorganizando los recursos, asignando prioridades, adoptando medidas de prevención, trabajando juntas y en la misma dirección. Desgraciadamente, seguro que no hemos llegado a todo el mundo, pero eso no nos restó energía para seguir caminando hacia delante, para minimizar el impacto en los colectivos en los que intervenimos.

Llegaron las fases de la desescalada y no quisimos dejar a nadie atrás, poco a poco, fuimos retomando la intervención presencial y fue el momento para ir calibrando de manera más directa cuáles estaban siendo las consecuencias emocionales del confinamiento en nuestros menores, para poder ir adelantándonos y adaptar nuestras programaciones para intentar atenuar esas consecuencias. Nos convertíamos, una vez más, en la primera línea de detección, asumiendo un papel clave a la hora de minimizar el impacto de esta crisis. Siempre hemos respondido a las necesidades que se han ido presentando, dando voz a los colectivos más vulnerables, en muchas ocasiones, menos visibles.

En los meses de vacaciones escolares, desde las entidades se realizaron colonias urbanas, campamentos de verano, ofreciendo esos espacios que les pudieran aportar beneficios que incidieran sobre todo en el tema emocional, después de todo lo vivido en los meses anteriores. Todo ello adaptando las actividades a un modo seguro y saludable. Trabajando aspectos para que, a la vez que disfrutaban del tiempo de juego al aire libre, pudieran expresar cómo se han sentido, qué les ha pasado durante el confinamiento, si han entendido qué ha significado, qué consecuencias tendrá en nuestra vida.

Después del verano, las entidades han continuado con su intervención presencial, online, mixta, dependiendo de cada momento y cada situación, ofreciendo esos espacios tan necesarios, ahora, más que nunca, planificando y previendo las siguientes consecuencias que nos van a afectar y apostando por la transformación social, compartiendo esfuerzos y trabajando en red.

Rememorando el trabajo realizado durante todo este año lleno de incertidumbre y marcado por la desigualdad, no podemos dejar de felicitar a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes por su gran capacidad de adaptación; a las familias por seguir luchando cada día contra todas las vicisitudes que se encontraban; a los educadores y educadoras de las entidades, por sacar su lado más creativo y demostrar que con responsabilidad se pueden seguir haciendo muchas cosas para reactivar la participación en las entidades.

Desde la red hemos creado espacios de reflexión y cuidado con los equipos para seguir llevando a cabo nuestro trabajo de la mejor manera posible, reforzando esfuerzos, compartiendo inquietudes, espacios para mirar con perspectiva lo que hacíamos para poder seguir afrontando lo que venía.

Esperamos volver a encontrarnos y poder seguir compartiendo más de cerca y sin distancia, aunque queda mucho por hacer, ¡seguimos con la ilusión de seguir trabajando juntas!

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