Se aproxima el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza y nos gustaría detenernos a reflexionar sobre cómo afecta la pobreza a los/as niños, niñas y adolescentes de nuestro entorno.

Todo nuestro respeto para aquellos NNA que, en lugares más lejanos, viven situaciones de pobreza extrema, hambruna o conflictos bélicos. Pero en esta ocasión queremos centrarnos en quienes tenemos más cerca: aquellos con los que convivimos, por quienes trabajamos, con quienes nuestros hijos, hijas y familiares comparten colegio, barrio o parque.

Tal y como estableció Naciones Unidas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), alcanzar un futuro óptimo para todas las personas pasa por garantizar el acceso de la infancia y la adolescencia a una alimentación adecuada, una educación de calidad y una vida saludable y de bienestar, entre otros derechos fundamentales.

Estos objetivos son esenciales para garantizar una adecuada igualdad de oportunidades en el derecho a la educación. ¿Si no tenemos cuerpos alimentados cómo vamos a alimentar sus mentes? Si no garantizamos una buen acceso a la alimentación en comedores escolares o con políticas dirigidas a las familias que puedan garantizar estos derechos, ¿cómo conseguiremos ciudadanos y ciudadanas con las mismas oportunidades?

La gestión de las becas de comedor en la Comunidad de Madrid no está facilitando los últimos años que esto se pueda garantizar. Ante la cifra de 86.631 becas denegadas en el curso 2024/2025 y la complejidad burocrática que su gestión conlleva para las familias no facilita el acceso a la alimentación a muchos NNA que acuden a los colegios de Madrid.

Porque la pobreza no es una elección, pero la respuesta social y política sí lo es. No podemos resignarnos a que la desigualdad se herede. Erradicar la pobreza infantil en nuestra comunidad no es solo una cuestión de justicia social, sino de dignidad, de futuro y de compromiso colectivo.

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