Una parte de la metodología de trabajo de la Coordinadora es hacerlo mediante comisiones. Estas comisiones están formadas por educadores y educadoras de las entidades interesadas en trabajar sobre los contenidos de esa comisión en concreto. Una de ellas es la de Adolescentes que está constituida desde hace más de diez años.

En 2018 en esta comisión de adolescencia comenzamos a pensar en que sería muy bonito poder plasmar en un documental todo el trabajo de participación que estábamos empezando a desarrollar con el grupo de representantes formado por dos o tres adolescentes de cada entidad. En este se tomaban decisiones sobre asuntos que afectaban directamente a estos jóvenes y donde se preparaban actividades y se asumían responsabilidades grupales.

Con esta idea contactamos con Jorge, estudiante del grado de Diseño y Desarrollo de Videojuegos en ESNE y nos pusimos a trabajar en ello. Después de varias reuniones nos dimos cuenta de que el proyecto era bastante más grande y ambicioso de lo que desde la coordinación nos habíamos pensado. Y así, hicimos una planificación a largo plazo que incluía tres fases. La primera consistía en que el equipo de grabación pudiera visitar las entidades y conocer a la chavalería que iba a participar en el documental. Esta fase tenía un doble objetivo, por un lado, que los chicos y chicas se familiarizasen con las personas que iban a estar detrás de las cámaras y por otro que los profesionales pudieran conocer la realidad sobre la que iba a tratar el documental de primera mano. Esta fase fue un éxito y tanto el equipo técnico del documental como los propios adolescentes acabaron encantados. Primera fase cumplida.

Tocaba comenzar con la segunda, un taller de fotografía donde seguir conociendo la realidad de los adolescentes desde su propio prisma usando una potente herramienta de comunicación, la fotografía analógica. Por desgracia, cuando iban a comenzar estos talleres llegó el coronavirus, los confinamientos y las restricciones. Pero esto, a revés de lo que podríamos pensar, fue un aliciente y permitió preparar mucho más concienzudamente el taller, transformándose en una sesión de tres horas de duración con diferentes dinámicas educativas y explicaciones de cómo funciona y se usa una cámara analógica. Para esto, en este punto se incorporó al equipo Isa, con la que el proyecto tuvo un giro más socioeducativo al aportar su visión y experiencia formativa y laboral. Hace 1 mes que por fin pudimos comenzar a desarrollar los talleres, siempre respetando las normas sanitarias establecidas, y el resultado está siendo asombroso. El interés que muestran los chicos y chicas es altísimo y su evaluación de taller muy buena. Cada adolescente se está llevando una cámara desechable con 39 disparos. Con esta cámara tienen que fotografiar ciertos ítems relacionados con su vida y su día a día: su lugar del barrio favorito, un rincón de su casa que les guste, un paisaje… Cuando estás cámaras se revelen, se elegirán una o dos de cada una de ellas para hacer una exposición donde quedará reflejada la realidad de estos jóvenes.

En septiembre comenzará la tercera fase, el documental en sí. Después de desarrollar las dos primeras fases, se contará con muchísima información, mucha de ella ofrecida por los propios adolescentes y se empezará el proceso de grabación, edición y montaje… pero esto será otra historia…

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