8:55 después de las carreras mañaneras, llegan a la fila, beso de despedida, saludos, risas y juegos rápidos. Cinco minutos después son las nueve en punto, suena la sirena, y como cada día las filas de escolares van entrando para acceder a sus aulas, esta escena lleva ya más de dos meses parada, al igual que la rutina escolar. Desde el 11 de marzo, días antes de que se decretará el Estado de Alarma, las aulas se han tenido que reinventar para dar respuesta a millones de escolares de la Comunidad de Madrid, así como en el resto de comunidades. La mayoría han pasado a ser virtuales, gracias a las tecnologías y a la creatividad, así como al buen hacer de maestros y maestras que tienen que reinventarse para que su alumnado termine cómo pueda el actual curso académico.

En muchos casos esta virtualización no supone un problema para muchas familias, alumnado de secundaria, bachillerato y ciclos formativos con competencias y casi habituados al aula digital que se iba implementando poco a poco en la Comunidad de Madrid, en otros casos la realidad es un alumnado sin acceso a dispositivos electrónicos, sin conocimientos tecnológicos para llevarlo a cabo y sin conexiones a internet.

En las etapas más básicas esta realidad académica llega en un momento de desarrollo evolutivo donde la interacción social, los diferentes modelos de referencia dentro y fuera de casa y los espacios de ocio son de vital importancia. En este momento clave del desarrollo evolutivo de menores de 0 a 12 años, se encuentran en casa encerrados, con la única posibilidad desde hace poco más de quince días de salir a la calle una hora, sin poder jugar en un parque, mirando de lejos a sus iguales con el temor de padres y madres que no les permiten acercarse, situaciones que se vuelven cotidianas para una realidad excepcional que no logran entender, mientras tienen que seguir con su vida académica.

En todas estas escenas es clave el papel de las  familias, familias que con todo su cariño están gestionando como pueden esta situación, padres, madres, abuelos y abuelas que se han convertido en maestros y maestras improvisados, convirtiendo su casa en la escuela, secretarios y secretarias, enviando WhatsApp, correos electrónicos, fotos, videos, tareas educativas, copiadoras humanas, copiando fichas cuando no tienen posibilidad de imprimir, expertos y expertas en recursos audiovisuales, manualidades, cocina, baile, deporte, música, … y un sin fin de cosas más. Contando sólo con la creatividad y recursos que encuentran en sus hogares.

Y continuando además con su actividad laboral, cual malabaristas, a deshora y sin espacios personales, pues el resto del tiempo esta dedicado al trabajo, la actividad académica y las tareas cotidianas. Esto en los mejores escenarios, en otros, la actividad laboral además es fuera de casa, lo que imposibilita algunas de estas acciones, quedándose además menores al cuidado de otros menores, o desplazamientos a casa de abuelos y abuelas. O escenas donde no existe la actividad laboral y la situación de necesidad es tal que estás tareas quedan relevadas a un segundo plano.

Todas estas familias han adaptado y reformulado su estructura familiar de la mejor manera que han sabido y tras más de dos meses, es ahora cuando empiezan los miedos de las evaluaciones, ¿lo habremos hecho bien? ¿podríamos haber hecho algo más?, pero ¿qué hay detrás de esta evaluación? La Comunidad de Madrid el pasado 23 de abril saco unas directrices para la valoración de la tercera evaluación, unas directrices que han guiado a la inspección educativa para crear nuevos protocolos y que el personal educativo ha adaptado según las directrices y coherencia de equipos directivos y claustros de cada centro educativo, mostrando una vez más gran diversidad de medidas establecidas y la desigualdad de unos centros a otros.

Ahora, los equipos educativos explican a las familias los sistemas de evaluación pautados, pero ¿evaluación de qué? ¿de cómo hacen los contenidos padres y madres?, ¿de la presión de los plazos y que el cumplimiento de estos además cuente para nota?, ¿de la presión a menores para que hagan tareas escolares desde la obligación y no desde las ganas de aprender?… Sometiendo a una presión innecesaria a menores y familias; y perdiendo de vista aspectos muy importantes del desarrollo evolutivo: la socialización y las figuras de referencia educativas. Sin contar además que esto también se está aplicando a etapas no obligatorias (0-6).

Pero las dudas no terminan aquí, dada la situación hay una realidad de incertidumbre respecto a la vuelta a las aulas, cuándo y cómo son las preguntas clave actualmente. La Organización Mundial de la Salud, ha creado un documento con medidas mínimas para la reapertura de centros educativos y ya estamos viendo las primeras imágenes de esta distancia social en centros educativos franceses. Al margen de las medidas sanitarias que debamos tomar, ¿es así cómo queremos volver a las aulas? ¿Y qué opina la comunidad educativa al respecto?

Desde la comunidad educativa, saben que la vuelta al próximo curso escolar va a ser totalmente diferente a como estamos acostumbradas. Desde los claustros solicitan medidas reales para la vuelta a los centros escolares, adecuados a cada etapa educativa, no podemos esperar por ejemplo que en la etapa 0-6 años exista la distancia social, cualquiera que haya tenido cerca un niño o una niña (o a 25) de entre 0 y 6 años, sabrá que ni Mary Poppins sería capaz de cumplirlo.

Desde Coordinadora  infantil somos conscientes de que la evolución de la epidemia es un factor clave en todas las decisiones, por ello pedimos que, en todas ellas, se tenga en cuenta la situación individual de cada menor, de cada familia y que se creen protocolos reales, que tengan en cuenta el desarrollo y las necesidades de la infancia en igualdad de condiciones, sin dejar a nadie atrás.

Share This